Cuando morían, los gobernantes incas eran momificados y tratados como dioses vivientes. Tras la conquista, sufrieron numerosas vicisitudes hasta desaparecer de la historia. Hoy, su paradero sigue siendo un misterio.
Considerado por sus súbditos como Hijo del Sol, y por lo tanto divino, cuando un soberano inca moría, su cuerpo debía ser cuidadosamente momificado y preservado para la eternidad. Sabemos del cuidado y reverencia que se rendía a estas momias reales gracias a varios cronistas que, tras la conquista, dejaron detalladas descripciones de ellas y de los rituales que las rodeaban. Es la única información que tenemos, ya que, lamentablemente, nunca se han localizado las momias de los reyes incas fallecidos.
No sabemos con certeza qué técnicas se utilizaron para lograr la momificación de los gobernantes, aunque tenemos alguna referencia como la del jesuita Blas Valera: “Al morir el rey le sacaban los intestinos y embalsamaban su cuerpo con el bálsamo traído de Tolú”. Los investigadores ahora creen que las momias fueron preparadas con bálsamo de Tolú (una resina que lleva el nombre de la región peruana de donde proviene), mentol, sal, tanino, varios alcaloides, saponinas y resinas.
Y aunque las momias no se han conservado, sabemos por algunas descripciones cómo eran. El padre José de Acosta, quien tuvo la oportunidad de ver el cuerpo del Inca Pachacuti hacia 1590, lo describe así: “El cuerpo está tan bien conservado, y con cierta resina, que parecía vivo. Los ojos estaban hechos de pan de oro tan bien colocados que no había necesidad de los naturales… Su cabello era gris y nada de él había desaparecido, como si hubiera muerto ese mismo día, aunque en realidad su muerte se había producido hace más de sesenta años. y ochenta años antes”.
El cronista Felipe Guamán Poma de Ayala realizó una serie de grabados en los que mostró muchas de las tradiciones del pueblo inca. Muestra el traslado sobre una camilla de la momia de un gobernante inca, ataviado con sus mejores galas. 1583-1615.
Aparentemente, cuando un rey moría, su cuerpo estaba en cuclillas sobre un asiento, con las rodillas dobladas debajo de la barbilla, pedazos de oro en la boca, los puños y el pecho, y estaba vestido con magníficas túnicas. Transcurrido un mes, tras las preceptivas ceremonias funerarias –que incluían sacrificios humanos: las esposas y concubinas principales del monarca y algún niño o joven de la nobleza local–, el cuerpo era depositado en su última morada, habitualmente el palacio de la uno que había vivido, al cuidado de los sirvientes.
Cada rey tenía su propio mayordomo, que se encargaba de darle de comer; Además, algunas mujeres se ocupaban de que los insectos no se posaran sobre el difunto y pudiesen estropear a la momia, y también se ocupaban de vestirlo, lavarlo y darle de beber (los incas pensaban que era necesario vestirlo y darle comida y beber a las momias de sus antepasados para conservar el orden cósmico y así poder garantizar abundantes cosechas y la fertilidad del ganado).
PROCESIÓN DE MOMIAS INCA
Estas momias estaban ocultas a la vista de todos, excepto en ocasiones especiales, cuando eran sacadas en procesión y llevadas al Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, la capital, donde eran colocadas en un pequeño trono. Los incas fallecidos también visitaban a otros gobernantes muertos y participaban en banquetes públicos donde “bebían” y brindaban por sus descendientes. También concedían audiencias a sus sucesores, quienes les consultaban sobre cualquier aspecto del gobierno del Tahuantinsuyu, pudiendo incluso actuar como embajadores del Inca reinante, y eran enviados a negociar tratados o cualquier otro tipo de gestión política y militar a cualquier rincón del país. Imperio.
Cada solsticio de invierno se realiza en Cuzco una ceremonia en honor al dios sol Inti, festividad que ya se realizaba en el antiguo Imperio Inca. Una de las escenas recreadas es la procesión en la que se traslada a los incas difuntos para participar con sus sucesores en la celebración.
¿DÓNDE ESTÁN LAS MOMIAS DE LOS INCAS?
Con la llegada de los españoles, algunos fieles servidores llevaron las momias de sus monarcas a un lugar seguro para que no pudieran ser profanadas, y allí continuaron siendo veneradas en secreto. En 1558, Juan Polo de Ondegardo fue nombrado alcalde del Cuzco y entre sus objetivos estaba localizar las momias de los reyes incas. Tuvo éxito en su búsqueda, ya que descubrió las momias de varios gobernantes y sus coyas (reinas).
El corregidor los reunió a todos en su casa y allí los pudo ver el cronista Garcilaso de la Vega, quien narra el encuentro de la siguiente manera: “En el cuarto encontré cinco cuerpos de los gobernantes incas, tres varones y dos mujeres. Los cuerpos estaban perfectamente conservados […]. Estaban vestidos como lo habían estado en vida. Fueron enterrados sentados, con las manos cruzadas sobre el pecho, la izquierda sobre la derecha, y la mirada baja, como escudriñando el suelo […].] Los cuerpos pesaban tan poco que cualquier indio podía llevarlos en brazos. sobre su espalda de casa en casa.”
Después de esta visita, los cuerpos fueron enviados a Lima, y el virrey Andrés Hurtado de Mendoza ordenó que fueran guardados en el Real Hospital de San Andrés, donde el jesuita José de Acosta pudo verlos y describirlos. A partir de ese momento son muy pocas las menciones de estos cuerpos; la última data de 1638. Siglos después, en 1937, José de la Riva-Agüero encabezó una investigación para saber si, efectivamente, las momias seguían en el hospital o qué había sido de ellas. Se descubrieron varias criptas, pero ninguna de ellas contenía momias.
En 2001, otra expedición arqueológica intentó dar con el paradero de las escurridizas momias. Usando un radar de penetración terrestre, encontraron una cripta subterránea abovedada debajo del hospital y un pozo lleno de basura de la era colonial. En 2005, estos lugares fueron excavados, pero no se encontraron rastros de momias. ¿Fueron enterradas aquí las momias reales incas? ¿Alguna vez fueron trasladados a otro lugar? ¿Siguen escondidos en algún rincón del hospital? Por ahora estas preguntas siguen sin respuesta y el destino de las momias de los grandes gobernantes incas sigue siendo un enigma.
Fuente: 1stauditor.com