Esta historia me llegó a lo más profundo de mi corazón. Todo comenzó en el año 2014 cuando Sarah se encontró con una pequeña bebé llamada Nika de tres meses que su madre llevó al centro hospitalario donde ella trabajaba como voluntaria en Haití. Era terapeuta recreativa para los niños y adolescentes.
Afortunadamente hay personas que se convierten en ángeles dispuestos a abrir su corazón para ayudar y eso fue lo que hizo Sarah, que sin dudarlo se encargó de velar por la salud de esta pequeña.
Nika nació en una situación muy precaria, su madre se dedicaba a la prostitución. La bebé padecía una condición especial, almacenaba en exceso el fluido cerebroespinal en su cabeza.
Necesitaba atención médica con urgencia pero su madre no se estaba ocupando de eso, la niña empeoraba y con el tiempo Sara se dio cuenta de que la niña perdía peso. Su mamá sentía vergüenza por ella, la escondía y no le brindaba la atención ni el amor que necesitaba.
Pero Nika estaba viva contra todo pronóstico porque generalmente el 99% de los bebés que tienen esta afección fallecen durante el primer año de vida.
Sarah luchó por hacer que su madre la atendiera de forma adecuada, ella contaba con los tratamientos médicos semanales gratuitos pero no hacía ningún esfuerzo por llevarla. Sarah tenía que regresar a Estados Unidos pero estaba comprometida a seguir ayudando a Nika.
Y cumplió su promesa. Sarah regresó a Haití pero no podía hacer mucho sin el consentimiento de la madre biológica de Nika, que había sido diagnosticada con hidranencefalia. Gran parte de su cerebro no está presente y contiene abundante líquido cefalorraquídeo, se intuye que tuvo un derrame cerebral en el útero.
“Supe que la madre posiblemente trató de interrumpir el embarazo con el consumo de diferentes tipos de sustancias tóxicas. Además la madre me dijo que había tratado de vender a Nika a la República Dominicana para “investigaciones”, pero no la aceptaron. Lamentablemente es horrible decirlo pero esta historia no es poco común para muchos niños con discapacidad en Haití”.
Sarah estaba dispuesta a todo, así que fue a casa de Nika acompañada por un pastor local y se encontró con algo terrible: “Entré en la casa, sólo para descubrir a Nika completamente sola, tendida en un saco de arroz y rodeada de basura. Tenía 11 meses de edad y sólo pesaba 2,72 kilos (6 libras) y se estima que más de la mitad de su peso se atribuya a la retención de líquido”.
Al día siguiente solicitó ante las autoridades que Nika fuera colocada bajo su cuidado, aprobaron su petición y regresaron a casa de la madre que sin pensarlo le entregó a la niña. Después de toda la documentación requerida Nika finalmente se convirtió en la hija de Sarah, que aunque no la había tenido en su vientre, nació de su corazón.
Desde entonces esta pequeña ha recibido el amor que tanto necesitaba y que no había tenido la oportunidad de conocer. El año pasado a Nika le aprobaron una visa médica para ir a Estados Unidos, le hicieron un procedimiento quirúrgico que mejoró mucho su calidad de vida, el tamaño de su cabeza se redujo y perdió un poco más de 2 kilos (5 libras) de líquido retenido.
Para Sarah cada día es una bendición junto a su pequeña hija, “Con cada respiración que toma desafía las probabilidades y demuestra que hasta lo imposible realmente es posible para Dios”.
¡Qué gran corazón el de Sarah! Se convirtió en su ángel, la vida de Nika es un verdadero milagro y es gracias a su amor. Esta es una inspiradora historia; a veces nos quejamos de problemas o dificultades que no son nada en comparación con todo lo que tuvo que sufrir Nika y la lucha de Sarah por salvarla.
Siempre se puede encontrar una solución para todo y generalmente es el amor. Puedes seguir sus avances desde su página Little Warrior Nika, y es así porque ella es una guerrera.
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